viernes, 8 de febrero de 2013



 





VENERABLE HERMANDAD DEL SANTO CRISTO CRUCIFICADO CON EL TITULO DE LA SANGRE, SANTA CRUZ, NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN Y BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO 


Antonio Padial Bailón

   
 Este trabajo viene a modificar sustancialmente el publicado por mí en la revista "Gólgota" de diciembre de 2007 sobre esta hermandad, debido a recientes documentos por mí consultados en el Archivo Histórico del Arzobispado de Granada en lo relativo, entre otras cosas, a la fundación de la hermandad, la advocación de su títular mariana, el templo donde se fundó y su más larga pervivencia, al menos, hasta finales del siglo XVIII.   

El templo de Santo Domingo del convento dominico de Santa Cruz la Real, ha sido desde los albores de nuestra Semana Santa fructífero venero de hermandades y cofradías. Allí se funda una de las más antiguas de nuestra ciudad: la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario, que más tarde adquiere el carácter de Archicofradía. Se dice, que fue fundada por la reina Isabel la Católica en el mismo año de la conquista de Granada, es decir en 1492. La van a seguir otras hermandades cuyos titulares gozaron de gran devoción entre los granadinos como la  de la Concepción del convento de San Francisco, la de la Santa Caridad en 1515 o la de Nuestra Señora de la Esperanza.



                              Santo Domingo. Foto Flickr.com

El convento dominico de Santa Cruz la Real (Santo Domingo), fue fundado en 1492 por los Reyes Católicos en acción de gracias por la conquista del Reino de Granada, y se erigió en unas huertas de las reinas Aixa la Horra y Morayma, madre y esposa, respectivamente, de Boabdil.




La fundación

Sobre la hermandad que nos ocupa, es decir, la del Santo Crucifijo de la Sangre y Ánimas (no hay que confundirla con la de la Sangre de Jesucristo del convento de la Merced Calzada), he descubierto en el archivo citado, que se fundó el 18 de marzo de 1581 (legajo 23 F, pieza nº 10) por la aportación a un pleito, del que más adelante trataremos, de la escritura fundacional de la hermandad que realiza, en 1766, su hermano mayor Antonio Romero Gúzmán. Dicha escritura contiene las Reglas de la cofradía "en libro de pergamino de veinticuatro hojas forrado en tabla y badana encarnada".

" ...en la cibdad de Granada a 18 días del mes de marzo de 1581 años el reverendo Sr. Licenciado Antonio Barba provisor e fiscal e Vicario General en lo espiriual y temporal en la Santa Yglesia de Granada y en todo su arzobispado por el Ilmo Sr. Dn Juan Méndez Salvatierra arzobispo de Granada...mi señor, aviendo visto la Regla y los capítulos en ella contenidos dixo que attento a que ttoda ella va enderezada al servicio de Dios Nuestro Señor y cultto divino la loaba y aprobaba y loó y aprobó la dicha Regla y Capítulos della como en ella se contiene con las anotaciones y capítulos añadidos, pues dicho señor provisor al pie de  la dicha regla..."(1) .

  Hasta ahora, los estudiosos del tema veníamos especulando sobre la fecha de fundación de la hermandad, datando su erección en algún momento entre 1575 y 1580, ahora sabemos la fecha exacta de la fundación, con día, mes y año. No obstante, como era usual, la hermandad se fundaría, de hecho,  algunos años antes de la aprobación eclesiástica de sus estatutos. En todo caso, esta hermandad es una de las que se fundaron en Granada como consecuencia del Concilio de Trento en sus últimas sesiones, que abogaba por el desarrollo de estas manifestaciones públicas de religiosidad popular.


Parece que fue la quinta hermandad de penitencia que se fundó en Granada, tras las de la Vera Cruz (1540), Ntra. Sra. de las Angustias (1545), la Soledad (1561) y la Humildad (1580) del convento de mínimos de la Victoria, al año siguiente de ésta.  

   En la iglesia del convento de Santa Cruz la Real, de la Orden de Predicadores, contó propia capilla en su iglesia de Santo Domingo (hoy parroquial de Santa Escolástica), aprobada por el Provisor y Vicario General del arzobispado don Antono Barba en el mandato del arzobispo don Juan Méndez Salvatierra.

  Como hermandad de Ánimas, mi creencia anterior a este descubrimiento fue que se había fundado en la antigua parroquia de Santa Escolástica (situada junto a la Casa de los Tiros) y por circunstancias desconocidas había pasado a tener su sede en Santo Domingo. Esta creencia estaba basada  en que la mayor parte de las hermandades de ánimas se fundaban en las parroquias y rara vez en un convento, y ésta fue una de ellas.  



   Muchas hermandades de Ánimas de nuestra ciudad tenían como titular de su devoción a una imagen, que en muchas ocasiones era un Crucificado, y en el caso concreto de esta hermandad fue el Santo Crucifijo de la Sangre.

     Probablemente, en algún momento anterior a 1581, la Hermandad de Ánimas de Santo Domingo acuerda efectuar prácticas penitenciales y realizar estación en la tarde del  Viernes Santo, animada por el clima favorable a ello que se crea a raíz del Concilio de Trento en que dichas cofradías penitenciales empiezan a proliferar. Puede que la Hermandad de Ánimas, hiciera nuevas reglas en 1581 para adoptar el carácter penitencial, aunque esto entra en el campo de las hipótesis. Según Ortega Sagrista empezó a realizar prácticas penitenciales en 1576, unos años antes de la aprobación de sus reglas (revista Semana Santa de Granada 1976).

      También tenía la hermandad el carácter de Pontificia, agregada a la iglesia de San Marcelo de Roma por Bula del Papa Gregorio XIII, probablemente, conseguida por la propia Orden de Predicadores muy influyente en la Santa Sede (2).




El Santo Crucifijo de la Sangre presidiendo el altar mayor del Salvador

La Reducción de 1597

Se sabe por el proceso de reducción de cofradías de penitencia que decretó, en 1597, el rígido arzobispo don Pedro de Castro y Quiñones, enemigo de la proliferación de cofradías y de conventos que durante el siglo XVI se había producido en la ciudad, que la hermandad fue "reducida", es decir suspendida. El prelado sólo autorizó a permanecer activas a las cofradías de la Vera Cruz, la de las Angustias y la de la Soledad por ser las más antiguas y de más solera en la ciudad.


La decisión del Prelado, a través de su provisor y vicario general, se basaba en que la mayor parte de las hermandades habían caído en patentes abusos, quebrantando el ayuno de aquellos días santos al dar vino, carnes, pescados y dulces a los flagelantes; las ocasiones que se brindaban a los fieles para pecar, amparándose en la oscuridad de la noche, o los abusos de las cuadrillas de disciplinantes, que se alquilaban a la cofradía que mejor pagaba, flagelándose, a veces, duramente, para competir entre ellos y llamar la atención del público y de las mujeres como signo de hombría. Todos estos peligros los había puesto de menifiesto diez años antes, en 1587, el arzobispo Méndez Salvatierra, dando severas advertencias y prohibiciones.  



La Cofradía del Santo Crucifijo de la Sangre y Ánimas recurrió el auto de reducción, apelando antes de la Semana Santa de 1597 a la Real Chancillería de Granada, que tomó en dicho proceso declaración al hermano mayor, Diego de Santiago (3), dictando con rapidez un único fallo a favor de esta cofradía y de la de Jesús Nazareno (del convento carmelita de los Mártires).



El arzobispo hizo caso omiso a dicho fallo de la Real Chancillería, negándose a recibir al notario encargando de comunicárselo y dictó un decreto por el que se ordenaba que el Jueves Santo se predicase en todas las iglesias, que se excomulgarían a quienes saliesen en las procesiones de Semana Santa de aquellas hermandades que habían sido prohibidas. Esto llevó a las directivas de las respectivas hermandades de penitencia prohibidas a desistir de su salida penitencial, si bien, prosiguieron el recurso en Apelación, esta vez  ante la Santa Sede, sin que sepamos el resultado del mismo. El expediente que incoaron las cofradías está en la Diócesis de Jaén, ya que el juez instructor fue el Arcediano de Úbeda y Dignidad de la Catedral don Antonio Sarmiento de Mendoza.

   No obstante, la hermandad volvió en junio a incoar otro proceso, presentando testigos y alegando el escándalo que se había producido en la ciudad, quitando la procesión y que ello había efectado a la devoción de mucha gente y al propio convento dominico, insistiendo en que los cofrades flagelantes eran propios de la cofradía y nunca los habían llevado alquilados (4).


  Una vez desaparecido el Arzobispo don Pedro de Castro Quiñones, por haber sido nombrado Arzobispo de Sevilla, su sucesor, Fray Pedro González de Mendoza autorizó, en 1611, a las cofradías reducidas, según nos transmite Enríquez de Jorquera, para que hiciesen estación de penitencia. Esta del Santo Crucifijo de la Sangre y Ánimas no realizó la suya, tal vez por no haber sido autorizada o por no haber aportado, quizá por penuria económica, los cien ducados que el Prelado exigía a las cofradías para contribuir al dorado de la Capilla Mayor de la Catedral, que años más tarde se adornaría con los magníficos cuadros de Alonso Cano.





La procesión de penitencia


La procesión de penitencia de la Cofradía se efectuaba el Jueves Santo por la noche, según se manifestaba en el proceso de Reducción de Cofradías. Ese mismo día hacían estación de penitencia las cofradías de la Vera Cruz y de las Angustias, haciéndolo el en el primer lugar de ese día para no dificultar la salida de las otras cofradías más antiguas, especialmente de la Vera Cruz, que partía del Convento de San Francisco, por cuya puerta había de pasar la del Santo Crucifijo de la Sangre. La iglesia del convento de San Francisco y la capilla de la Vera Cruz, integrada en aquélla, estaba situada en parte de la hoy Plaza de los Tiros. Esta coincidencia de itinerario provocaba frecuentes altercados por prelación de paso entre ambas cofradías, lo que se resolvió con la variación de horario de la más moderna. 

Santo Crucifijo de la Sangre cuando llegó a la iglesia del Salvador



























Se sabe que los cofrades llevaban túnicas negras, intercalándose los hermanos de azote, disciplinándo con flagelos; otros nazarenos iban alumbrando con cirios y hachas.  Primeramente, pasaba el "paso del estandarte" de la hermandad, después iría el paso de la Santa Cruz, también titular de la cofradía. Quizás, este paso lo constituirían unas andas portando la Cruz exenta; como todavía acostumbran algunas hermandades en Andalucía y que se conoce por el pueblo como “Cruz de las Toallas”. Detrás iba el Santo Crucifijo de la Sangre y por último la Virgen vestida de Dolorosa, que parece ser que su advocación era la de Ntra. Sra. de la Encarnación. Al menos, en el siglo XVIII, esta advocación formaba parte del título de la archicofradía, como patrona de la hermandad, bien porque la cofradía la tuviera desde su fundación o por haberla incorporado más tarde.

Lo cierto es, que con este título de "Venerable Hermandad del Santo Cristo Crucificado con el título de la Sangre, Santa Cruz, Ntra. Sra. de la Encarnación y Ánimas Benditas del Purgatorio",  con el que abrimos este artículo, aparece en un pleito de 1796 sobre un censo que grababa una casa y tierras en Churriana de la Vega a favor de la hermandad, adquiridas con ese gravamen por Diego Lozano (4).

Por último, irían los frailes dominicos entonando salmos, como era habitual en las hermandades conventuales, que seguramente llevaban en andas a la imagen de Santo Domingo, patrón de la Orden y del templo, portado por los frailes, como también solía ser usual en esa época.


Cuadro de las Ánimas de la hermandad. Iglesia de Santo Domingo

La hermandad en los siglos siguientes

No obstante, las dificultades que le acarreó la reducción de 1597, la hermandad no desapareció tras la Reducción citada, si bien, no tenemos noticias de que durante el siglo XVII hiciera su estación de penitencia o posiblemente la haría de forma esporádica. Lo que sí sabemos seguro es que la hermandad subsistió durante los siguientes siglos XVII y XVIII como hermandad de culto a sus titulares pasionistas y a las Ánimas, raíz de la hermandad.

Durante el citado siglo XVII, la hermandad, no sólo continuó, sino que adquiere el título de Archicofradía, según determinados documentos que se citarán más adelante.

   Otras noticias de la hermandad en el siglo XVII las tenemos por un pleito en el que se da testimonio de la escritura de 6 de octubre de 1668, ante el escribano público Juan Álvaro, por el que sabemos que la hermandad tenía los bienes de Churriana a censo, con una capellanía fundada por dicha escritura al haber comprado las fincas Diego Lozano, fundador de la capellanía, compradas a Simón López Urbano e Isabel de Mora, con el gravamen del censo a favor de la hermandad, con un principal de 866 reales, que dichos vendedores lo habían, a su vez, asumido en 1665, cuando compraron las fincas (también tenían otro censo a favor del Monasterio de la Cartuja).

   Por el mismo documento sabemos que la hermandad elegía sus cargos todos los años el día 3 de mayo, fiesta de la Santa Cruz, en el que celebraba su función principal.

  A lo largo del siguiente siglo XVIII, la hermandad permanece y tiene vida en el convento dominico, aunque su situación no era demasiado boyante, cosa que no sorprende, porque rara era la hermandad que no estuviera una situación parecida. La proliferación de estas corporaciones, que pasaban del centenar, en una población que no rebasaría los 80.000 habitantes, suponían una competencia excesiva entre ellas. El resultado escaso de las demandas y limosnas, que se veía agravado por la quejas y prohibiciones de la autoridad eclesiástica, que alegaba que con su proliferación se hostigaba a la población, determinaba la precaria situación económica de la mayor parte de la hermandades.

  Por ello, el hermano mayor de ese 1766,  Antonio Romero de Guzmán, justifica ante el Provisor, presentando los estatutos estatutos de la hermandad (por los que sabemos la fecha de su fundación), el derecho que ésta tenía a hacer demandas, tanto en el monasterio, como por la ciudad y por todo el arzobispado, para cumplir con los hermanos difuntos, por así prescribirlo sus constituciones y privilegios concedidos por la Santa Sede.

 "...quando el señor provisor mandó que los dicho cofrades y cofradía con licensia de su Merced, pida limosna por dicho monesterio de Santa Cruz la Real y por la ciudad y jurisdicción del arzobispado, que lo que allegase lo gaste en misas y sufragios para las ánimas del purgatorio generalmente y no en particular o a las ánimas de los hermanos..."

 "...que por constarles los jubileos y gracias concedias por los Sumos Pontífices a dicha hermandad, que decaída por falta de hermanos y para que se mantenga el culto a la dicha Santa Ymagen y adorno de su capilla y aumento de sufragios y en los pueblos donde se halla establecida dicha hermandad".

 Entre las gracias que tenía concedidas la hermandad estaba la de tener altar privilegiado de ánimas, en donde cada vez que falleciera un hermanos se habían de decir tres misas,  abandonando el Purgatorio las almas de aquéllos a quienes se aplicaban.

    A finales del siglo XVIII, concretamente, en 1796, siendo hermano mayor Fernando Prados y la Torre y mayordomo Joseph Castilla, abogado, el censo sobre las fincas de Churriana no se había pagado desde 1774, cuya obligación estaba entonces a cargo de un tal Sebastián de Valdivia,  vecino de Cájar y padre del último capellán. La capellanía desde esa fecha se encontraba vacante y en estado de litigio y por dicha causa la hermandad no había cobrado desde la citada fecha. La hermandad demostró con las escrituras referidas el origen de su derecho y, a su vez, la antigüedad de la cofradía, patente en sus constituciones. Ante esta realidad, el Provisor dictó auto, mandando que se le pagara lo debido por el administrador de capellanías del arzobispado.     


Las imágenes



Detalle Santo Crucifijo de la Sangre


El Santo Cristo Crucificado de la Sangre. La hermandad penitencial de las Ánimas del Purgatorio daba culto a un Crucificado de estilo renacentista,  de difícil atribución, puede que de la primera mitad del siglo XVI. Este Crucificado, al que hoy se le da culto en el altar mayor de la iglesia albaicinera del Salvador, procede de la iglesia de Santo Domingo, sede de esta antigua hermandad, y fue llevado a la del Salvador hace algunas décadas, cuando la iglesia fue restaurada tras el incendio de la misma el 10 de marzo de 1936, en la II República.

Desde hace años le seguí la pista, tratando de averiguar su procedencia. Fue la "Guía de Granada" de don Antonio Gallego y Burín donde encontré, a mi juicio, la solución de su origen.  

En la citada obra de Gallego y Burín encontré la clave para creer que el Crucificado, que hoy preside el presbiterio de la iglesia del Salvador es el Santo Crucifijo de la Sangre de la hermandad que estamos tratando. 

   Puede que la hermandad desapareciera en la Guerra de la Independencia, como hipótesis más segura, o tras la Exclaustración de 1835. No sabemos si durante estos acontecimientos la imagen, al ocuparse el convento, pasó a la parroquia de Santa Escolástica o quedó en la iglesia de Santo Domingo, su lugar inveterado y adonde se trasladó la parroquia de Santa Escolástica, cuando ésta fue demolida.

Gallego y Burín, que toma como su principal fuente la Guía de don Manuel Gómez Moreno, nos dice al escribir sobre la iglesia de Santo Domingo: “En la tercera capilla hay un Crucificado conocido como Señor de la Sangre, obra del siglo XVI, procedente de la iglesia de Santa Escolástica; una Dolorosa arrodillada, de la escuela de Risueño, desdichadamente restaurada al convertirla en imagen de vestir…”. Dicha tercera capilla  está hoy dedicada a San Vicente Ferrer y dos santos dominicos.


Iglesia del Salvador del Alabicín, donde hoy se venera al Santo Crucifijo de la Sangre 




Un paso más para afirmar que el Crucificado que hoy preside el presbiterio de la iglesia albaicinera del  Salvador es el Santo Crucifijo de la Sangre, lo tenemos en la misma Guía de Gallego y Burín modificada y ampliada en 1982 por su nieto Francisco Javier Gallego Roca, cuando al escribir sobre las imágenes de la iglesia del Salvador afirma que “ …dos retablos procedentes de Santa Escolástica, así como un Crucificado conocido como Señor de la Sangre, obra del siglo XVII, y una Dolorosa arrodillada, desdichadamente restaurada al convertirla en imagen de vestir”. 

De estos retablos procedentes de Santa Escolástica, uno de ellos creemos que es en el que hoy se venera la imagen en la iglesia del Salvador, y es, seguramente, en el que se veneró desde antiguo, pues es un retablo realizado expresamente para un Crucificado de su tamaño. Está en el Salvador con motivo de dotar de imágenes a esta iglesia después de la última restauración. Cuando don Antonio Gallego y Burín escribe su “Guía” entre 1936 y 1944, la imagen del Cristo, junto con la Dolorosa arrodillada estaban en Santo Domingo. En 1982, cuando se publica la Guía ampliada por su nieto, las imágenes ya estaban en el Salvador.


Creo que el Santo Cristo de la Sangre parece, por sus características de estilo y sudario, un Crucificado de la primera mitad del siglo XVI, como antes hemos afirmado, aunque en las guías citadas se diga, que pertenece al siglo XVI, en una, y al XVII en otra (tema que someto a la apreciación de otros más calificados). Curiosamente, en las escasas obras publicadas por los expertos en arte no se contempla, que  yo sepa, una referencia a este Crucificado de la Sangre, que pudiera estar cercano en época y estilo al Cristo de la Expiración de Los Ogíjares, tal vez debido a la gubia de Diego de Pesquera que trabajó para la iglesia de Ogíjares Bajo. 


Cristo de la Expiración de Los Ogíjares ¿Diego de Pesquera?

    Es un Cristo muerto, tal vez de mediados del XVI, con abundante sangre que mana de la llaga del costado y llega a atravesar el sudario, recorriendo su pierna derecha hasta los pies, de cuyas llagas también fluye abundante sangre, así como de su frente, sin corona de espinas. El abundante flujo de sangre discurre por la barba y el pecho hasta la cintura. (En 1995 se le pusieron remates en la cruz y potencias de orfebrería y una corona de espinas).






Dolorosa atribuida a José Risueño Alconchel


La Dolorosa atribuida a Risueño restaurada
No sabemos a qué imagen mariana con la advocación de la Encarnación diera culto la Cofradía. La Dolorosa arrodillada, atribuida a Risueño, hoy en el Salvador, ha estado muy deteriorada por haberse convertido en imagen de vestir en otras épocas. Hoy aparece restaurada con no demasiado acierto. 

  Tradicionalmente, esta Dolorosa, se ha venerado, tanto en la iglesia de Santo Domingo, como en la del Salvador, bajo la imagen del Cristo de la Sangre. Pudiera ser una Dolorosa de la Hermandad, aunque nada lo confirma, tan sólo, esa ubicación tradicional al pie de la cruz del Crucificado que puede denotar una unidad de culto con el mismo. La idea de haber sido reiteradamente vestida, puede indicar que lo fuera para procesionarla. Lo que sí es cierto, es que esta Dolorosa no pudo ser la que tuviera la cofradía durante los siglos XVI y XVII, por ser una imagen del círculo de Risueño, aunque podría haberla encargado la hermandad a finales del Setecientos o principios del Ochocientos.

Cuando el Crucificado se trasladó hace pocos años desde la capilla izquierda del crucero del Salvador, donde en principio se puso, al  altar mayor, la Dolorosa arrodillada se ha situado en un altar del lateral derecho de la iglesia. Nunca debió de quitarse del pie de la cruz del Cristo, donde tradicionalmente se le ha dado culto. Son efectos de la poca preocupación por la historia de nuestro pasado, que deshace, inconscientemente, las huellas e indicios que nos lega.

En Santo Domingo, aun queda un cuadro que pertenecería a la Hermandad, hoy en la capilla del Señor de la Humildad, del que afirman Gómez Moreno y Gallego y Burín que pertenece al siglo XVII. Es un cuadro de Ánimas que representa al Crucificado de abundante sangre, que es recogida en una pila en la que se purifican las almas del Purgatorio, y que, sin duda, tuvo que pertenecer o ser encargado por la hermandad del Santo Crucifijo y Ánimas.

Con todo lo expuesto, sabemos ya que la Archicofradía seguro que mantuvo su vida hasta, al menos, la invasión napoleónica o tal vez hasta la Exclaustración.

Otro ejemplo de una hermandad con cerca de  doscientos cincuenta años de existencia y que nuestra ciudad ha dejado perder y sin recuperar, aunque siempre nos quedarán estos testimonios de su historia y la presencia de de su principal imagen: el Santo Crucifijo de la Sangre.  
    
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 1.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 23 f, pieza 10.

2. LOPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, Miguel Luis:"Historia viva de la Semana Santa de Granada, arte y devoción", p.129. Universidad de Granada 2002. Cita a Ortega y Sagrista R. "Esplendor de la Semana Santa granadina...". Obra inédita.

 3. Ibídem, p.129.

 4.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 23 f, pieza 2.

5. Ibídem, legajo 23 f, pieza 10.





4 comentarios:

  1. Hola.
    Muchas felicidades por el artículo, y por la documentación encontrada que es muy ilustrativa. Al respecto del Crucificado me permito señalarle que está catalogado como escultura ligera novohispana, adscrita por estudios estilísticos, al denominado Taller de los Grandes Cristos, profuso obrador del que sabemos que trabajó una importante cantidad de piezas en la década de los 80 del siglo XVI por lo que coincide perfectamente con la documentación por usted aportada.
    Lo dicho, muchas felicidades y retomo su estudio para incluirlo, con las pertinentes notas dentro del aparato crítico de mi estudio sobre esas particulares piezas que se conservan en el patrimonio español.

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  2. Muchas gracias a Ud. Este Crucificado se apartaba claramente de los imagineros de la época que trabajaban en Granada y me pareció que podría ser de procedencia sudamericana, como otros que se enviaron desde aquel continente a España, alguno de ellos que recuerde en Córdoba o Sevilla. Dado que, como me comunica, se realizó en la década de los 80 del XVI, época de fundación de la hermandad de penitencia, probablemente sería donación de algún hermano indiano. Difícil por escasez de documentación es reconstruir la historia de nuestras hermandades e imágenes, pero algunos datos de ellas se están dando a conocer. Le estoy, asimismo, muy agradecido.

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  3. Le dejo mi correo para ponernos en contacto y facilitarle las referencias pertinentes.
    Un atento saludo
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